Galería de Rafael Pombo

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poema 8

Te amé como la gran naturaleza ama el abrazo matinal del sol; cual la huérfana el nombre de su padre, cual la virtud la bendición de Dios. Tu para mi eras todo, el cielo, el mundo, los sueños, las creencias, el hogar. Faltando tu, vivir era imposible; contigo amada, inconcebible el mal. ¡Ah! Que feliz soñaba ser un día cuando «mi esposo» te llamara yo; sin más ya que anhelar sobre la tierra, mío al fin tu anhelado corazón. ¡Por ti adorada, para ti nacida, hermosa y buena, y sólo para ti! haciéndote el dichoso de dichosos, Y aún más dichosa viéndote feliz. Viendo en tu amor mecerse mi existencia cual nubecilla blanca en cielo azul; esposa el más claro de los hombres; ¡madre por ti, de hijos como tu! ¡Oh recuerdos benditos, oh maldita fúnebre realidad! ¡Oh Dios cruel, por qué nos prometiste tanta dicha para venir a darnos tanta hiel! No, Dios no puede ser; tu sólo fuiste. ¿Quién, quien te dio la dicha de los dos para abismarla así cual niño estúpido y como un niño lamentarla hoy? Era acaso ridículo juguete, insecto vil que se arrastro a tus pies, una mujer que alzándote a los cielos… Los cielos se vengaron, ¡blasfemé!

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